¿El juego más terrorífico jamás creado?
Outlast es un juego de terror en primera persona que toma prestadas algunas ideas del clásico Amnesia, y las adereza con otras propias que le dan cierta personalidad. En Outlast debes sobrevivir a la locura de violencia y muerte que encuentras en un manicomio abandonado. Con una historia aceptable, un control realmente bueno y muchos momentos de aflojamiento intestinal, Outlast prometía ser el juego más terrorífico jamás creado. ¿Lo es?
Susto o muerte
Outlast da miedo. Al principio. El juego utiliza buenos recursos para meterte en la piel del protagonista, Miles Upshur, y hacerte pasar un buen mal rato. La historia es bastante común pero es muy efectiva en pantalla, especialmente por las numerosas y realistas escenas de sangre y vísceras. Outlast no es un juego para pusilánimes: es bruto, es violento y va directo a tus sentidos.
Ahora bien, Outlast cae en el único error que no debería cometer ningún juego de terror: la rutina. La primera hora todo es nuevo, terrorífico, desagradable y angustioso, es de verdad un juego de miedo, de esos que te pone los pelos de punta y taquicárdico. Pero a partir de entonces, una vez superado este primer impacto, Outlast se transforma en un juego rutinario. Los recursos que tiene para asustarte se terminan rápido y cada sección del juego es una leve variación de la anterior que, en esencia, se superan de manera parecida: “ve allí, activa un botón o palanca, y vuelve”.
Outlast es un juego muy lineal, es raro encontrar alguna sección del juego en la que te muevas con libertad, abras puertas que no tocan o visites estancias que no deberías. Esa linealidad tiene dos objetivos claros: el primero es pegarte sustos. Si el juego no tuviese control sobre lo que haces o hacia dónde vas, no se podrían activar ciertos sucesos inesperados que son los que asustan y hacen que saltes en la silla.
El segundo efecto de esa linealidad es que si analizas Outlast a conciencia entonces verás que es un gigantesco puzle. Cada sección del juego tiene un orden concreto para hacer las cosas, y si no lo haces de ese modo es poco probable que sobrevivas. Encontrar ese “camino invisible”-que implica avanzar a gatas, esconderte en taquillas o debajo de las camas, esquivar enemigos deformados o correr por tu vida en intensas persecuciones- es la clave para avanzar en el juego.
Outlast no busca (o no consigue) aterrorizarte psicológicamente más allá de esa primera hora que comentaba antes. Una vez superado el trauma inicial a Outlast solo le queda el recurso fácil de enseñar vísceras por doquier, sangre, mutilaciones y acompañarlo todo con sustos, subida a tope del volumen del altavoz y bajada de pantalones.
Esto no es necesariamente malo porque, entre otras cosas, Outlast sabe muy bien cuando activar esas secuencias para hacerte gritar por mamá. Pero a diferencia de otros juegos como los Amnesia (referencia casi absoluta del género) donde el miedo se mete en tu piel a través de la ambientación e historia, en Outlast se busca el recurso fácil del “¡PUM! ¡SUSTO!”
Movimiento muy realista
Lo que está realmente bien en Outlast es el control y cómo afecta al juego. Aunque se juega como cualquier otro juego en primera persona, el efecto de nuestros movimientos en pantalla es muy realista: el balanceo del cuerpo, cómo apoyamos las manos en suelo o esquinas, la forma de correr y mirar atrás, etc. Todo el control transmite realismo, movimiento humano, y te mete aún más en el papel del pobre Miles.
Una cámara de vídeo será tu única herramienta en el juego. Te sirve básicamente para ver en la oscuridad a través de su modo infrarrojos, pero se agotan las pilas cuando la usas y debes buscar recambios por el escenario. El recurso de la cámara ofrece muchos momentos agónicos en Outlast aunque es poco probable que te quedes sin batería porque el juego balancea la dificultad para regalarte pilas cuando más las necesites.
Gráficos notables y sonido contundente
Outlast utiliza el motor gráfico Unreal Engine 3, que ya tiene bastantes años. A favor es que está bastante bien aprovechado y se ve, en general, muy bien. Además, cualquier ordenador de gama media lo puede llevar al límite y aun así disfrutar de un excelente rendimiento.
El juego utiliza muy bien la combinación de luces y sombras con el uso de la cámara con infrarrojos (de hecho el filtro de la cámara es muy real) .También la sangre en paredes, muertos desperdigados, entrañas y cosas más agradables que ves en tu viaje son buenos detalles a mencionar.
En general Outlast tiene unos gráficos muy notables, empañados por algunas pequeñeces propias del Unreal Engine 3, como que no existe una física de objetos (esas cortinas que parecen paredes… ¡ay!)
El sonido, origen principal de todo juego de terror, es muy contundente. Diálogos terroríficos, voces y gritos de ultratumba, las pisadas, cosas que se rompen, todo muy enfocado en hacértelo pasar mal.
Conclusión
Outlast es un buen juego para pasarlo mal, desde luego, y tiene momentos que tardarás en olvidar. Toda la producción es más que notable, y aunque es un juego muy lineal eso no quita que el diseño de niveles sea excelente. A destacar el control y algunas escenas bastante fuertes. ¿Es Outlast el mejor juego de terror? Pues al final dependerá de quién lo juegue y su sensibilidad. Pero en todo caso, si te gusta el género debes probarlo.
